Sé amable y no mires a quién.
De un tiempo a esta parte tengo la sensación de que las nuevas tecnologías, y en resumen la vida moderna, se han comido nuestra capacidad de ser amables. ¿En qué me baso para decirlo? Pues, simplificando un poco, en que no dejo de ver en la pantalla de mi móvil emoticonos de besos, sonrisas y más muestras de cariño que, en la vida real, es decir la palpable, no existen. No dejamos de darle a me gusta en publicaciones de amigos sobre el rico (o suponemos que rico) bizcocho que han hecho, pero en cambio, no somos capaces de decirles, en vivo y directo, qué bonito corte de pelo tienen.
Es decir, creo que la amabilidad virtual ha sustituido a la amabilidad real. ¿Por qué? No lo sé. Pero me preocupa, la verdad, porque no sé si a vosotros os pasa, pero pese a ser una gran amante de la vida virtual sigo necesitando como agua de mayo de la vida real, con sus micro-contactos diarios.
Os pongo un ejemplo, a mi me encanta pasear por la calle, tranquilamente sin una dirección fija (es decir, pasear a secas) y mirar a las diferentes personas con las que me cruzo. Será defecto profesional, pero suelo fijarme en sus caras, en su expresión y en alguna ocasión teorizo sobre cómo se sienten. A veces incluso, si se da el típico momento en el que las miradas se cruzan, sonrío casi como un acto reflejo. Pues, últimamente, no dejo de encontrarme a personas que caminan totalmente encerradas en su mundo, como si llevaran el GPS clavado en la mirada. Caminan rápido, van esquivando a las personas que se encuentran y sus miradas son impasibles. Eso cuando consigo entrever sus ojos, porque en muchas ocasiones caminan totalmente enfrascados en sus teléfonos móviles y no ven a ninguna de las personas con las que se cruzan.
Si algo puede definir el momento actual que vivimos es la inmediatez. Internet ha conseguido que podamos acceder a miles de contenidos en menos de un segundo, por lo que queremos todo para ayer. Eso provoca que en ocasiones ser amable sea interpretado más como un obstáculo que como un beneficio. Ser amable puede ser visto como un gesto de sumisión y debilidad. Pero hay algo que la era digital no puede cambiar, y es que somos seres humanos y por tanto somos esencialmente sociales. La amabilidad está “encriptada” en nuestro código genético. Antiguamente, cuando las condiciones de vida eran mucho más extremas que las actuales, la mejor opción para sobrevivir era la colaboración entre todos. Cuánto más unida se encontraba una comunidad, mayor era su probabilidad de afrontar los problemas que pudieran surgir.
Fíjate la importancia que, consciente o inconscientemente, le damos a ser amables que probablemente esta escena te resulta familiar: estás comiendo con tu pareja mientras comentáis los avatares del día. Él te cuenta que ha ido al ayuntamiento a resolver unos asuntos y, al margen de si los ha resuelto o no, resalta que el funcionario que le atendió fue sumamente desagradable, soltando palabras a precio de diamantes. Te cuenta todo esto sumamente indignado, resaltado la poca decencia como persona del funcionario.
Si fuese al contrario, y el funcionario hubiera sido amable, te habría contado que resolvió las gestiones sin problema y que todo está solucionado.
Ser amable va más allá de ser educado, políticamente correcto o cortés. Siendo amable con los demás estás mostrando respecto hacia el otro, colaboración e interés real libre de prejuicios. Esta actitud reporta consecuencias infinitamente positivas tanto para ti como para las demás personas. Y no me lo estoy inventando, hay estudios (ya ves que realmente la ciencia estudia TODO) que han determinado que ser amable nos permite vivir más tiempo, más saludables y más atractivos a ojos ajenos ( aquí te dejo la noticia para que lo compruebes).
Pero, ¿de qué hablo cuando te sugiero que seas amable?
No pienses solo en grandes gestas, ni mucho menos. Tampoco se trata de que seas la típica persona extremadamente educada, que constantemente te pide todo por favor y te da las gracias mil millones de veces. Piensa que los extremos suelen resultar negativos (aunque he de decir que prefiero una persona extremadamente amable que una extremadamente no-amable).
Para ayudarte a pensar en cómo ser amable te propongo que piensas en una cosa. Quizás, lo más probable es que tu, o tus padres tengan una aldea. Esto es muy típico de Galicia, un pueblo en el que tus padres han crecido y del que se marcharon, pero que seguramente aún viva en ella algún familiar. Pues piensa en cómo se tratan los vecino en tu aldea. Si te cuesta hacerlo te cuento cómo es la vida en la mía. En mi aldea las personas se saludan siempre que se ven, con un: “¿buenos días/tardes, cómo te va hoy?” Y la otra persona responde resumiendo, en pocas palabras, cómo está su vida en ese momento. La gente en mi aldea se presta continuamente cosas. En ocasiones antes de que tú te des cuenta de que necesitas pedir prestado algo, la otra persona ya te aparece con lo que precisas en la puerta de tu casa.
La gente en mi aldea da, altruistamente y sin esperar nada a cambio, todo tipo de cosas a sus vecinos. Y no solo cosas, también se regala tiempo, ayudándose unos a otros a realizar diversos trabajos en los que se necesitan más de un par de manos.
En mi aldea, si algún vecino vive solo o está atravesando un mal momento, siempre hay alguna persona dispuesta a visitarle casi todos los días, prestando su ayuda y apoyo con el simple hecho de estar ahí para ese vecino.
Probablemente, el cuidarse unos a otros de esa manera ha hecho posible que no pocas personas puedan seguir viviendo en aldeas alejadas de núcleos urbanos.
¿Entiendes ahora a lo que me refiero cuando hablo de la necesidad de ser amables? Va más allá de dar los buenos días al conductor del autobús cuando subes en él; más allá de evitar chequear tu whatsapp cuando estás tomando un café con un amigo; más allá de darle las gracias a la cajera del super que te cobró y embolsó la compra. El problema es que ni siquiera estas últimas facetas de la amabilidad están muy presentes hoy en día. Por lo que, a lo mejor, es necesario empezar por lo más básico.
Si crees que normalmente eres relativamente amable, pero que no dejas de encontrarte con personas desagradables que están mermando tus ganas de ser amables (razón que no pocas personas escudriñan para excusar su no-amabilidad), piensa que, si devuelves hostilidad a alguien que te habla con hostilidad, esta hostilidad se multiplicará. En cambio si devuelves amabilidad a alguien que está siendo hostil, lo más probable es que la otra persona rebaje su nivel de amargura. Un ejemplo: en el banco me suelen ocurrir este tipo de situaciones. Entiendo que trabajar de cara al público en un sector así puede producir bastante burnout. Mi táctica cuando me encuentro con un banquero antipático, consiste en ser super amable. Rozando el extremo que antes comentaba. Normalmente el banquero reacciona rebajando su nivel de antipatía. Si yo hiciese lo contrario, probablemente nos enfrascaríamos en una escalada que no tendría fin. Y los dos acabaríamos el día totalmente amargados y con unas arrugas muy profundas en el entrecejo.
En mi opinión ser amables es tan importante como para convertirse en la base en la que se apoya nuestra vida comunitaria. Nos permite reducir la distancia emocional entre las personas y ampliar nuestro campo de visión. No debemos, jamás, perder la visión comunitaria de nuestra sociedad, la cual está formada por todos nosotros y por nuestras actitudes. Es esenial, desde mi punto de vista, volver a a los orígenes, a volver a mirar a los ojos a las personas que te cruces, a tocarle el brazo a la persona con la que hablas, a agarrar la puerta cuando alguien viene detrás de ti… ¿Qué te parece si, por lo menos una vez al día, intentas ser amable con otra persona?
Que casualidad! Precisamente hoy reflexione sobre este asunto al encontrarme al otro lado del teléfono a una funcionaría amabilísima y encantadora! Me di cuenta de lo poco habitual que es por lo sorprendida que me dejó,del impacto que significa en nosotros y me entraron unas ganas enormes de divulgar más amabilidad a partir de ahora!! Saludos!!
¡Hola Karenina!
Gracias por comentar la entrada contándonos tu experiencia. Es genial que hayas topado con una funcionaria amabilísima (por favor, que el gremio funcionario no se enfade!! 😉 ), pero sobre todo me alegro de que esa experiencia te haya impulsado a ser tú misma más amable, porque de eso se trata. De devolver amabilidad aunque no la estemos recibiendo.¡Un abrazo y gracias por participar!