EL SÍNDROME DEL AUTÓNOMO
En mi familia nadie es autónomo, ni emprendedor. Todos han trabajado por cuenta ajena. Es decir, que siempre he vivido ignorando totalmente las características laborales propias de los autónomos. La única que se atrevió a adentrarse en la vida autónoma fue mi tía, y su negocio fracasó estrepitosamente, así que ya te puedes imaginar el tipo opiniones sobre emprender que se podían escuchar en mi casa. Esas opiniones, que mis inmaduros oídos empezaron a escuchar, unido al hecho de vivir totalmente al margen de los autónomos, ha provocado que en mi cabeza se formara una idea totalmente preconcebida y errónea sobre lo que significa ser autónomo.
Yo, psicóloga de vocación, siempre he alardeado de mi capacidad empática, considerándome capaz de entender las circunstancias de vida cualquier persona. Pero con los autónomos siempre he tenido mis reservas. Mi visión de este colectivo era (en el pasado) totalmente irreal y excluyente (ahora lo sé). En mi cabeza autónomo era sinónimo de empresario (cuando digo empresario hablo del que tiene EMPRESAS y trabajadores), y vale, sí, siempre quejándose de que les obligan a pagar infinidad de impuestos, pero siempre pensaba: “ya, pero es que todo lo que ganas es para ti, seguro que te estás forrando. ¡Deja de quejarte, sucio avaricioso, que yo soy una simple asalariada!”.
Tal cual. Ahora me avergüenzo al decirlo, pero en honor a la verdad, debo hacerlo. De todos modos hablando con otras personas sobre este tema, descubro que es una visión no poco común en nuestra sociedad. Es decir, si conocemos a alguien que crea un negocio, y encima le va bien, pensamos que se ha montado el chiringuito porque el dinero que gana un empleado no le satisface, que quiere más.
Supongo que esto es propio de nuestra cultura, tan rica en estereotipos. Sabemos que los emprendedores no están demasiado bien vistos, el hecho de arriesgar (en ocasiones mucho) para ganar nos parece, en cierto modo, avaricioso. Piensa un poco en ello, ¿me equivoco?
Con esa afirmación tan osada, ahora soy consciente de que me estaba olvidando de una gran parte de las personas que conforman los autónomos, yo les llamo los “autoempleadores”. Dentro de esta palabra incluyo a las personas que llegan a este modo de trabajo obligados por las circunstancias (ya que no tengo trabajo, yo mismo lo creo) y otro tipo de profesionales que teniendo en cuenta las características de su profesión, ser autónomo es casi la única opción disponible (este sería mi caso). O simplemente el clásico emprendedor, que tiene una idea en la que confía y la transforma en realidad.
Bien, pues ahora que mi régimen de cotización ha cambiado, me he dado de lleno con una realidad que ignoraba totalmente mientras vivía en mi feliz mundo de seguridad laboral como asalariada. Porque sí amigos, la vida como autónomo es muy (eleva este muy al cuadrado) dura.
Es dura tanto económicamente como psicológicamente. De la primera “dureza” no voy a hablar demasiado, porque puedes leer este magnífico post (pincha aquí) en el que se específica lo complicado que resulta sobrevivir para un autónomo. Probablemente ya hayas oído hablar de este artículo, porque se convirtió en viral por unos días.
Me voy a centrar en la presión psicológica que soporta una persona que trabaja por cuenta propia. De ahí el título: el síndrome del autónomo. Obviamente tal síndrome no existe, me lo he inventado. Bueno, en realidad fue mi pareja, también autónomo, el que le ha dado nombre. A toda persona (que trabaja como autónomo) que le comenta que últimamente no duerme bien, que padece problemas digestivos, ansiedad, le diagnostica el síndrome del autónomo. No lo hace con el fin de patologizar, más bien todo lo contrario, en mi opinión es un intento de empatizar y de mostrar colaboración y compresión con el sufrimiento del compañero autónomo.
El motivo final de este post (o por lo menos esa es mi intención) es ofrecer un pequeño homenaje a la vida autónoma, dando a conocer ciertos aspectos de este trabajo que resultan anónimos para el resto de los trabajadores. Por otro lado, si estás pensando emprender, podrás tener en cuenta estar ciertas características personales importantes para ser autónomo.
CARACTERÍSTICAS QUE TE AYUDARÁN A CONVERTIRTE EN UN HÉROE AUTÓNOMO:

En España al darte de alta como autónomo, te convalidan automáticamente la carrera de superhéroe.
Para mí una de las particularidades del trabajo autónomo que más ambigüedad me produce es el hecho de trabajar sola, de ser mi propia jefa. Obviamente esto tiene una parte buena en la que ya todos habréis pensado. Pero, ¿y la parte mala? Los autónomos trabajamos solos y por lo tanto somos los únicos responsables de tomar todas las decisiones. Tus ideas, sean grandes o pequeñas no las cuestiona nadie, no existe otro punto de vista. Vale, sí, le puedes preguntar a tu pareja o amigos que opinen, pero siempre será una visión sesgada desde el cariño que sienten por ti. La única opinión que consideras válida es la de tu cliente. Es decir, si los ingresos son buenos te sientes triunfal y te elevas cual globo, en cambio si los ingresos no son tan buenos sientes que estás fracasando estrepitosamente y la flagelación que te provocas es considerable. Esta actitud es altamente peligrosa, lo sé, pero que levante la mano el autónomo que no se siente pletórico cuando tiene un buen día de ingresos y por el contrario se reboza en el fango cuando el día es nefasto.
Otra de las cualidades que mi nueva vida me ha forzado a cultivar es la tolerancia a la máxima incertidumbre. Yo siempre he sido persona de tirar por lo seguro, nunca me ha gustado arriesgar, así que imagínate lo que me está costando aceptar que no sé, en absoluto, cómo irá mi consulta el mes que viene, y por lo tanto, no sé cuánto dinero ganaré, si tendré clientes nuevos, si no será así… Esto te crea una sensación de falta absoluta de control; vale sí, tú estarás pensando que a ti también te pueden despedir de un día para otro. Y es verdad, pero cuentas con cierta seguridad más a largo plazo, por no hablar de los mecanismos de protección de los que disfrutas, (ese es otro tema relacionado con la inexistente dignidad de las características laborales del autónomo).
El único modo que he encontrado de tolerar la incertidumbre es aprender a vivir al día, y con lo que el día me da. Es decir, si hoy he tenido cuatro sesiones me siento agradecida por ello, y si mañana solo tengo una, trato de relativizar y de fijarme en la media que he hecho hasta ahora. Por ejemplo, en mi trabajo el verano es terrible en cuanto a ingresos. Es lógico: salimos de la rutina diaria, vamos de vacaciones. En la época estival es cuando tengo que hacer de tripas corazón y echar mano de todos los tópicos posibles: “a ver, es que con este calor, ¿quién piensa en hacer terapia?, lo único que quieres es irte a la playa, que encima si te encuentras mal de ánimo te sentará genial. Lo normal es que si no tienes que trabajar hagas algún viaje, o te vayas al pueblo, y dejas la psicoterapia para septiembre”. Sé que son auténticos topicazos, pero cuando ves que está siendo un mes difícil acabas echando mano a lo que sea para intentar hacer callar a tu cabeza de autónoma.
Hablar sobre el verano me lleva a otra cuestión problemática de los autónomos: los días libres. Cuando trabajas por cuenta propia un día libre significa no cobrar, es decir, si decido disfrutar de diez días de vacaciones en verano, esos días no ingresaré un euro (¡añoranza máxima de vacaciones remuneradas!).Tened en cuenta que, aunque no ingreses, a tu casero le da igual, y te sigue cobrando el alquiler del despacho. Esto amigos, es muy duro. Conseguir desconectar de esto modo resulta complicado. Por ejemplo, si el domingo es tu día de descanso, ¿qué haces si te llega un correo (maldito teléfono inteligente) solicitando información sobre los servicios que ofertas? Yo todavía no he llegado al punto de ser capaz de ignorar y no contestar al mensaje hasta el día siguiente, vamos, que lo contesto en el mismo momento que lo leo. Mal, lo sé, debería respetar mis momentos de descanso, la cuestión es que cuánto más pasa el tiempo más me cuesta discernir cuando estoy trabajando y cuando no. A veces me siento como si me hubieran marcado, igual que a las vacas, cuando me di de alta como autónoma y ya nunca podré olvidarlo, ni por un momento.
Otra cuestión que debes asumir cuando decides emprender por tu cuenta es que te tendrás que convertir en un experto en diversas facetas que nada tienen que ver con tu profesión. Me explico, lo más probable es que empiezas a leer mucho en internet sobre páginas web, SEO, google adwords, sobre cómo usar las redes sociales como plataforma, sobre retenciones, trimestres, IVA…y un largo etcétera. El problema es que como no-experto que eres en todos estos temas, te frustrarás en un montón de ocasiones (a no ser que seas Amancio y tengas a miles de personas en nómina que hagan todo ese trabajo). Si eres un nuevo-autónomo lo más probable es que necesites reducir costes intentando realizar tú el mayor trabajo posible.
Personalmente fui consciente de esa frustración este mes intentando presentar, yo solita, el papeleo del trimestre de hacienda. Me sentí motivada para hacerlo y buceé en internet buscando información al respecto, por suerte hay personas ultra majas por el mundo que no dudan en escribir post o tutoriales explicando cómo se hacen miles de cosas. La cuestión es que leí un post, otro, otro más, pero siempre me quedaba alguna duda. Llegó un momento en el que me enfadé conmigo misma y me obligué a hacer una parada para reflexionar, me dije: a ver Goretti, tú eres psicóloga no asesora fiscal, es normal que todo esto te suene a chino. ¡No tienes que saber hacerlo todo! Tras esta pausa, conseguí presentar el trimestre. Pero desde ese momento vivo con miedo continuo a que Montoro venga a llamar a mi puerta y me diga:” ¡lo has hecho mal!”. ¡Terror!
Por último me gustaría hablar de una de las capacidades que considero más importante si decides emprender: la absoluta confianza en tus capacidades. Cuando comienzas a trabajar por tu cuenta, los resultados tardan un poco en venir, por este motivo es fácil caer en un el cuestionamiento de tu valía y de tus capacidades. En este momento es importante cuidarnos, confiar en nosotros y en nuestra capacidad para sacar el negocio adelante. Relativiza, trata de ver la parte positiva aunque hayas tenido una mala semana de ingresos, recuerda por qué razones tomaste la decisión de emprender. Recuerda qué te impulsó hasta aquí. Para mí el hecho de tener la posibilidad de trabajar en mi vocación me hace sentir una persona increíblemente afortunada y transforma todos los problemas que puedan surgir en pequeños contratiempos que voy superando.
Porque pese a que puede parecer totalmente lo contrario al leer este post, emprender tiene una parte increíblemente positiva, de la que, tal vez, hablaré en otra entrada. Si todavía lo estás dudando piensa que a mí, que soy la persona menos arriesgada del mundo, me compensa con creces haber dado este paso.
Y tú, ¿quieres emprender y convertirte en autónomo? ¿Temes hacerlo? ¡Cuéntanos como te sientes!