Escucha activa

 

APRENDER  A ESCUCHAR

 

 

Para aprender a escuchar no necesitamos inventarnos artilugios, es mucho más fácil.

Para aprender a escuchar no necesitamos inventarnos curiosos artilugios, es mucho más sencillo.

 

De pequeña yo era una niña peculiar (cuando digo peculiar me refiero a rara). Mi mente maduraba más rápido de lo que mi edad cronológica necesitaba. Eso me convirtió, demasiado pronto, en una pequeña niña-adulta. Por ejemplo, en no pocas ocasiones mientras otros niños dedicaban todo su tiempo libre a jugar, yo jugaba un rato y luego observaba a los adultos.

Siempre me interesó observar cómo las personas mayores se comunicaban.  Recuerdo que una de las situaciones que me sorprendía es la siguiente: conversación entre dos personas, más  o menos la típica charla entre vecinas de edificio. Uno de los interlocutores (cuando no los dos) no escuchaba absolutamente NADA de lo que el otro le estaba narrando. Obviamente yo no estaba en su cabeza, por lo que no podía saber si realmente estaba escuchando o no, pero lo cierto y lo que al final  importa, es que yo no percibía ninguna señal que indicara que lo estaba haciendo. Más bien todo lo contrario.

Percibía impaciencia para que la persona con la que estaba compartiendo diálogo terminase ya su historia para poder contar con pelos y señales lo que quería decir. Percibía escasas señales no verbales de muestra de interés sobre lo que el otro le estaba contando. Entonces yo siempre me fijaba en el que creía el “perdedor de la conversación” (es decir, el menos escuchado) y sentía cierta compasión por él, porque todo lo que le había confesado a su interlocutor se perdería completamente por el espacio.  Y me parecía tan, tan triste.

Como sociedad algo ha fallado y creo que no hemos interiorizado la diferencia entre oír y escuchar.   A lo largo del día oímos un montón de sonidos, de conversaciones, de ruidos, de música. Pero, ¿y escuchar? Cuando el sol se pone probablemente seamos conscientes de que hemos escuchado bastante menos. ¿Qué me dijo mi compañero de trabajo sobre sus vacaciones, algo de Paris? ¿Qué me comentó mi mujer que tenía que comprar en el supermercado?  De hecho existe evidencia que afirma que sólo recordamos entre un 10-25% de lo que nos cuentan otras personas.

Lo más probable es que te resulten familiares estas escenas. En la mayoría de ellas seguramente estuvieras oyendo, pero no escuchando.  A esto yo le llamo: “estar de cuerpo presente y de mente ausente”. Cuando oímos no prestamos atención profunda, sino que simplemente captamos la sucesión de sonidos que se producen a nuestro alrededor.  

Por el contrario escuchar implica dirigir toda nuestra atención a un mensaje concreto, es decir, intencionalmente enfocamos todos nuestros sentidos a lo que estamos recibiendo. Escuchar es intencional. ¿Qué quiere decir eso? Que podemos provocarla, que depende de nosotros.

Aprender a escuchar requiere cierta habilidad, paciencia y respeto. Características con las que todos contamos, por lo que todos nosotros tenemos la capacidad de aprender a escuchar activamente.  ¿Te animas a intentarlo? Si tienes dudas porque crees que eres una persona dispersa, a la que le cuesta focalizar la atención prueba a hacer lo siguiente: ponte a escuchar, usando unos auriculares,  una canción que te guste. Escoge un lugar y momento tranquilo.  Concéntrate en la canción en todo su conjunto, para posteriormente fijarte en detalles: escucha el bajo, la batería, eso xilófono que suena a veces, la voz del cantante, la letra…Pon todos tus sentidos en esa canción.  Cuando finalice habrás descubierto miles de detalles de la canción que hasta ahora habías ignorado porque simplemente oías, pero no escuchabas.

Dicho esto, ¿qué te parece si hablamos de cómo podemos mejorar nuestra escucha? Ahí van una serie de puntos a tener en cuenta para trabajarla:

 

  • Lo primero y lo más importante es estar presente. Es obvio que cuando participas en una conversación estás ahí, ¿pero también lo estás mentalmente? Estar presente durante una conversación, si no estás acostumbrado, resulta complicado. Una parte del tiempo de charla probablemente te dejes llevar por preocupaciones que rondan en tu cabeza, por distracciones… Cuando seas consciente de que te estás yendo, lo mejor es que vuelvas a tomar contacto con la situación. Trata de fijarte en la persona con la que estás hablado, toma nota de cómo mueve las manos cuando habla, de cómo es su tono de voz, de la expresión de sus ojos. Es decir, se trata de volver a conectarte con el momento que estás viviendo.
  • Algo que nos ocurre frecuentemente es que estamos más pendientes de nuestra réplica, de lo que vamos a contar, que en escuchar lo que nuestro interlocutor nos está diciendo. En cuanto intuimos que el otro está finalizando su discurso, ¡zas, nos lanzamos! A esta situación la denomino el partido de tenis. Porque se trata de lanzar el mensaje que queremos sin tener en cuenta lo que acabamos de escuchar por parte de nuestro interlocutor. Sé que todos tenemos la necesidad de contar lo que nos preocupa, pero tranquilo, tendrás tiempo para hacerlo.
  •  Esto último me lleva al “diálogo de réplicas”. Para que lo entiendas, esto es muy parecido a lo que ocurre entre los diputados en la sesiones del parlamento. ¿Me explico? En estas situaciones la conversación se convierte en una sarta de reprimendas y enfados. En la que hablamos solo sobre cómo nos sentimos/lo que nos pasa/ sobre lo que creemos que está bien o mal, sin tener para nada en cuenta lo que dice nuestro interlocutor. Y si escuchamos, es solo para captar pequeñas cosas que usaremos en su contra.
  • En no pocas ocasiones lo que de verdad nos demandan las personas es simplemente escuchar. ¿No os ha pasado que en alguna situación simplemente necesitaseis ser escuchados de forma auténtica, y lo único que recibís de la persona que tenéis delante es consejos o historias personales que cree son semejantes a lo que te está pasando? (aquí entra en juego el clásico: ay sí, a mi madre le ocurrió lo mismo (cuando no tiene nada ver) y lo pasó mal. Lo que tienes que hacer es esto y lo otro). Lo que querías era que simplemente te escuchasen, que validasen tu sufrimiento, tus necesidades, y no una sarta de consejos que no has pedido. En este tipo de situaciones lo mejor es escuchar y mostrar empatía, dar a conocer a la otra persona que tratamos de entender lo que le pasa. Se trata de demostrar que estamos ahí. Para dar consejos, ya tendremos tiempo más adelante.
  • Otro punto importante es el cuidado del lenguaje no verbal, que en no pocas ocasiones nos delata cuando no estamos escuchando. Se trata de que intentes escuchar también con el cuerpo, y que la persona que está hablando lo perciba.

 

La próxima ocasión en la que mantengas una conversación tranquila con otra persona, te invito a que trates de poner en práctica los puntos de los hemos hablado. Simplemente como si se tratase de un pequeño experimento. Comprueba cómo te estás sientendo mientras escuchas conscientemente.

 Lo más probable es que sientas satisfacción por conseguir dejar a un lado tu necesidad de hablar y sobre todo, por permitir que las vivencias que te narra la persona con la que estás compartiendo este momento, se queden en ti, integrándolos y aprendiendo de ellas, en lugar de dejar que se pierdan en la nada.

Recuerda una frase, para que haya una comunicación efectiva debe darse necesariamente una escucha efectiva y activa, así conseguiremos comunicarnos de manera auténtica, y eso amigos, es un placer inmenso.