2015: un nuevo comienzo

2015: un nuevo comienzo

 

Siempre he sido muy fan de la Navidad y de todo lo que conlleva. Desde las cenas familiares y sus ricos manjares, los reencuentros con amigos, las luces que adornan las calles, los villancicos antiguos, etc.… Debido a mi desarrollado espíritu navideño no creo que tenga la imparcialidad suficiente para poder publicar un post sobre la Navidad. Probablemente las palabras que de mis manos brotaran serían lo más cercano a la cursilería que podrías leer.
Así que me he resistido a publicar un post sobre lo maravillosa e increíble que es la Navidad, pero no he podido resistirme, en cambio, a escribir sobre el fin de año.

El hecho de que durante las Navidades se cambie de año es una de las razones de peso para que adore las fiestas navideñas. Más de uno os preguntaréis por qué, y no os culpo. Entiendo perfectamente lo estresante que puede resultar la noche de fin de año, con todos sus rituales occidentales incluidos: que si la cena, las 12 uvas, el brindis con su correspondientes deseos, los momentos posteriores a las campanadas en los que siempre se colapsan las líneas de teléfono, los zapatos de tacón que causan estragos en los pies…Podría seguir enumerando rituales hasta llegar al normalizado chocolate con churros que marca el fin de la noche (y el inicio del día, literalmente).

La razón fundamental por la que disfruto de algunos de estos pequeños rituales es porque me recuerdan que estamos a punto de empezar un nuevo año, lo que interpreto como un nuevo comienzo. Parece una tontería, lo sé, porque un nuevo comienzo en realidad lo puedes fijar un 20 de marzo o un 10 agosto, el momento da igual. Pero nunca está demás que algo, en este caso el cambio de año, nos recuerde que la posibilidad de que se produzca ese nuevo comienzo está a nuestro alcance. Es como un regalo que nos da la vida para poder seguir trabajando por nuestros deseos.

Tengo mi propio ritual del último día del año, que consiste en hacer un balance del mismo. Me reservo unos minutos en soledad antes de que termine el año, agarro mi Moleskine (no pienses que me pagan publicidad) y escribo en ella qué me ha reportado ese año que está a punto de terminarse. Intento escribir, sobre todo las partes más negativas, sin juzgarme. Es decir, si creo que este año he hecho menos deporte del que estadísticamente corresponde para mi edad (fíjate que no digo debería), procuro no culparme y azotarme por ello. Trato de invertir el pensamiento “autoflagelador” pensando que puede que no haya hecho mucho ejercicio cardiovascular pero sí he practicado bastante yoga.
En mi balance anual escribo todo lo que me ha deparado el año. Tratando de discernir, entre toda la paja de acontecimientos, si mis acciones me han acercado, un poco más, a mis objetivos personales más importantes. ¿Cómo hago esto? Analizando pormenorizadamente todos los aspectos de mi vida que me importan: mi desarrollo laboral, las relaciones personales (pareja, amigos y familia), y mi desarrollo personal. Por ejemplo, uno de mis objetivos del 2014 era ser un poco menos crítica conmigo misma, intentando progresar hacia la autoaceptación. Pienso si ahora estoy un poco más cerca de autoaceptarme que hace 12 meses, si es así me felicito por ello. Si considero que no es así pienso qué ha podido fallar y trato de averiguar cómo puedo allanar el camino para conseguir mi objetivo.
Tras el balance viene la mejor parte, o al menos para mí. Hago una lista (¡adoro escribir listas!) de mis propósitos u objetivos para el nuevo año. Divido la lista por áreas, y en cada una de ellas enumero qué propósitos me gustaría alcanzar. A la hora de formular propósitos es importante tener claras un par de cosas.

Truquillos para plantearse unos propósitos razonables:

 

Reflexiona profundamente antes de escribir tu lista (quien dice lista dice redacción, ensayo o lo que te sea más cómodo).
Evalúa diferentes áreas de tu vida que sean importantes. Piensa en qué aspectos de esas áreas te gustaría mejorar. Piensa y trata de evaluar tu grado de satisfacción personal en esas diferentes áreas.
-Márcate objetivos reales y posibles. No te fijes como propósito correr la maratón de Nueva York si nunca has hecho deporte. Márcate mejor correr durante 20 minutos seguidos.
– Esto me lleva a otro punto importante: descompón los objetivos grandes en otros más pequeños y asequibles. Piensa cuáles de estos objetivos puedes alcanzar a corto y cuales a largo plazo. Siguiendo con el ejemplo anterior, el objetivo a largo plazo sería correr la maratón. Pero antes deben haber unos objetivos a corto plazo, que pasarían desde correr 10 minutos seguidos a correr pequeñas carreras y medias maratones.
– Lleva a cabo una planificación de esos propósitos. Por ejemplo, si uno de tus objetivos es mejorar tu nivel de inglés, trata de averiguar si te encaja mejor ir a una academia, un profesor particular o la escuela oficial de idiomas. Piensa si quieres un título oficial o simplemente deseas aprender inglés para viajar. Planifica en qué momento del día podrías tener tiempo libre para ir a clase. Trata de planificar todos los detalles de tu objetivo.
– Es importante que los objetivos de tu lista sean específicos. Te lo explico con un ejemplo: es muy común que aparezca como propósito ser más feliz. Si te marcas ese objetivo, probablemente termines el año frustrado y enfadado por no haberlo conseguido. Ser feliz es un objetivo demasiado general y ambiguo, por no decir casi irreal. Si sólo te vienen a la mente este tipo de objetivos piensa en qué te podría ayudar a mejorar su estado de ánimo. Piensa con qué tipo de cosas disfrutas más: dedicar un poco más tiempo a alguno de tus hobbies, salir en más ocasiones con tus amigos, intentar dormir un poco más…
– Otro punto importante es tener en cuenta qué cambios dependen de ti y cuáles de factores externos. Tener claro que determinados resultados podrán depender de causas ajenas a nuestro control evitará que te frustres más de la cuenta.

 

Lo último que me gustaría decirte es que lo más importante no es si finalmente alcanzas los objetivos que te planteas, eso es lo de menos. Lo importante y saludable es que trabajes un poquito todos los días del año para acercarte a lo que quieres.

¡Feliz año 2015!